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EL CORZO DE FARID (RELATO ERÓTICO-HISTÓRICO-FANTÁSTICO) Por: @PALoDiverso (Imaginado a partir de ciertos hechos reales) (+18)

       Mis padres me pusieron hace veintinueve años Fernán pero hoy en día me llamo Ayman que significa algo así como “el afortunado”. He escogido ese nombre porque ningún otro describiría mejor como me siento. En este último año, no he cambiado únicamente de nombre, también he cambiado de vida.

       Todo empezó hace un año, cuando tuve que cruzar la frontera hasta el reino del gran emir Hamza para adquirir nuevos tintes e hilos para mis sedas y también ideas de nuevos diseños, todo para intentar así aumentar mis ventas que escaseaban bastante.
Confiando en que las relaciones comerciales eran frecuentes y casi nunca pasaba nada, me adentré en el barrio de los tejedores del arrabal.  Pero iba solo y eso no podía salir bien.



       El primer mercader con el que traté me asaltó a punta de jambia. Por suerte no me mató y sin nada de valor encima pero con todo el valor del mundo en el interior, me dirigí hasta las puertas de la misma corte.
Me habían dejado sin lo poco que tenía y en mi territorio nadie me esperaba, por eso, no tenía nada que perder y o bien detenían al culpable y me devolvían mis bienes o me mataban definitivamente. Una actitud temeraria para cualquiera, pero yo confiaba en el periodo de paz y buenas relaciones que había procurado siempre el Gran Emir.




       Precisamente, mientras intentaba hacerme entender con los guardianes de la puerta menor pasó por allí el séquito real con el gran emir Hamza y su hijo, el príncipe Farid a la cabeza. Al ver mi aspecto de extranjero y mi blanca piel debí llamar la atención del alegre Hamza y mandó parar a su séquito con un potente grito e ir a mi búsqueda.


       Antes de que llegaran los soldados, me dirigí al encuentro del monarca y cuando estuve a tres metros de él me arrodillé saludándolo con lo poco que sabía de árabe. Estando con la cabeza inclinada oí como el rey soltó una carcajada. Levanté la cabeza y al hacerlo los ojos de su hijo Farid se clavaron en los míos.



       El príncipe Farid tenía veintiún años, pero sus oscuros ojos miraban con la intensidad y la seguridad de un verdadero rey. Tenía una piel oscura y tan brillante que parecía de metal al darle el sol. Su cuerpo concentrado en pocas onzas de peso, se erguía firme y majestuoso sobre el caballo mientras una capa de damasco marfil le caía casi hasta el suelo. 
       El rey comenzó a hablar en mi idioma para decirme que jamás había visto una muestra de respeto tan noble por parte de un extranjero y me pidió que le contara mi historia. Al conocerla, me aseguró que pillarían al mercader que me asaltó y me ofreció un puesto como mediador de su reino con el mío. Antes de que yo pudiera abrir la boca, Farid se dirigió entonces a su padre también en mi idioma aunque con más dificultad. Le dijo que él también necesitaba un sirviente de alcoba y alguien para perfeccionar el idioma. El rey me hizo entonces la triple oferta, ser mediador, sirviente y profesor de lengua de su hijo. Acepté encantado.



       Esa misma tarde me encerraron bajo llave en unos baños, había dos estanques, uno en el que manaba agua caliente y en el otro fría. A mi lado una colección de frascos con jabones y perfumes de todas las plantas aromáticas que conocía e incluso de otras nuevas para mi. Los soldados me dijeron que dedicara la tarde a la limpieza y así lo hice. Me bañé en agua caliente y fría más veces que hasta entonces en mi vida en cada uno de los baños me aplicaba el jabón de un frasco diferente. 



       Cuando estaba frotándome con uno que olía como a almendras dulces detecté que alguien me estaba observando desde detrás de unas celosías que había en la parte superior. Al principio me quedé paralizado, pero pasado el raro no le di más importancia y continué mis baños.
       Al caer la tarde. Un anciano abrió la puerta. Me dio gruesas toallas para secarme y me atavió a la usanza árabe con una delicada túnica de seda, unas alpargatas de cuero y un pañuelo enrollado en la cabeza. Cené frugalmente junto al anciano que hablaba algo mi idioma y me contó que se llamaba Raad y que él también fue sirviente de alcoba del abuelo de Farid, aunque a diferencia de mi, él era de origen bereber.
       Por la noche, Raad me llevó hasta la habitación de Farid antes de que él regresara de su cena y allí de pie me ató las manos y los pies. Me dijo que ese era el ritual y que únicamente el príncipe Farid podía desatarme. Se despidió de mí con unas extrañas palabras que yo interpreté a modo de bendición porque al decirlas acarició mi frente con su mano. Me miró, sonrió y me dejó solo.
No pasó mucho tiempo cuando sentí una llave meterse por la cerradura al otro lado de la puerta. Era una situación insólita para mí, pero inexplicablemente estaba tranquilo y miraba hacia la puerta con confianza.
La puerta se abrió y apareció el príncipe Farid vestido únicamente con una túnica vaporosa de la seda más blanca que jamás había visto lo que hacía resaltar aún más el color de su piel. Me miró, sonrió y cerró la puerta detrás de sí.
Entonces comenzó a caminar hacia mí y sin tocarme dio varias vueltas a mi alrededor. Comprobé que teníamos exactamente la misma estatura. En una de las vueltas el príncipe Farid se paró a mi espalda y comenzó a oler mi nuca haciendo un sonido fuerte con la nariz.
Me preguntó entonces que si me había gustado el baño. Le contesté que sí.
-¿Para quién te has preparado así de bien? –Continuó preguntándome.
-Para mi príncipe. –Contesté.
-¡Vaya! ¡Tienes una educación exquisita! ¡Es imposible que Raad te haya enseñado tanto en unas horas! –Dijo mirando a la lejanía.
-Mis modales se deben al respeto que siento por mi príncipe. –Contesté para hacerme más el interesante.
-¡Basta de palabrería! –Saltó-. ¿A caso no te gusto? ¿A caso no me deseas como para desinhibirte conmigo y no tener conmigo más modales que los que despierten tus instintos?
-Te deseo Farid. Desde que me has mirado esta mañana te deseo. –Confesé.
-Yo también te deseo. Ha sido una suerte encontrarte hoy. –Me dijo mirándome de nuevo a los ojos-. A mi padre le he dicho que serías mi sirviente de alcoba, pero ten por seguro que en esta alcoba yo te serviré tanto como tú a mí. 
Y diciendo eso se arrodilló para soltarme las ataduras de los pies y después me soltó las de las manos. A continuación me quitó la túnica con suavidad.
-¡Bonito cuerpo! ¿Caminas mucho y comes poco? –Me preguntó mientras acariciaba mi espalda.
-Prácticamente no hago otra cosa que caminar todo el día, pero he de advertíos que si como bastante cuando puedo. –Contesté.
-Muy bien… -Me dijo.
Acto seguido se quitó la túnica de un tirón y dejó todo su cuerpo al descubierto. Era aún más delgado que yo, pero se le notaba fuerte, entre la dureza de su cuerpo y el color de su piel parecía hecho de bronce y recién salido de la fragua.
Me abrazó y comenzó a besarme. Y así únicamente acariciándonos y besándonos estuvimos gran tiempo de pie.
-Soy dominante, no obstante estoy llamado a ser emir. Pero entre estas cuatro paredes tú tienes tanto poder sobre mí como yo sobre ti. –Me dijo separando sus labios de los míos apenas el grosor de un dinar.
Entonces se puso a mi espalda, se arrodilló y comenzó a hundir su fría lengua entre mis nalgas. Yo no podía hacer otra cosa que girarme para seguir viendo sus ojos mirarme mientras se deleitaba conmigo y gemir de placer.
Después él se puso de pie mientras yo le hacía gemir con mi boca alrededor de su miembro viril, que aunque era enorme, yo estaba tan excitado que era capaz de alojarlo totalmente en mi boca.
Me propuso ir a la cama y allí fue todo un recital de besos, caricias y piropos, pero también de sexualidad. Se untaba un aceite de hierbas en la mano y hacía círculos alrededor de mi ano. Mientras me besaba con pasión metía un dedo y lo movía enérgicamente haciendo temblar mis cachetes como si fuesen de gelatina. Todo era para preparar el terreno y así poder meter con mayor facilidad su oscuro falo entre mis rosados cachetes.
Lo hizo sin dificultad y sorprendido por ello empezó a moverse sobre mí con fuerza y rapidez. Tanta era la energía que derrochaba en su tarea que sudaba como si acabase de salir del baño. A mí me encantaba abrazar su espalda mojada y su redondo culo oscuro que me cabía en una mano. También me gustaba beber el sudor salado que le escurría por la cara y el pecho.
Nos pudimos tirar horas así… Al final liberó su esencia vital dentro de mí. Sentí como rebosaba espesa y caliente en lo más secreto de mi ser.
-Yo tu corzo. Dije rendido ya en la cama.

       Nos miramos, reímos , nos abrazamos y ya debimos dormirnos, pues por la mañana, cuando Raad, tocó a la puerta, seguíamos abrazados y con su miembro dentro de mí.




       Ese mismo ritual se ha venido repitiendo noche tras noche durante este último año. Y aunque disfrutamos como locos, no quiero que se convierta en rutina ni que Farid se canse de mi, por eso cada noche intento inventar algo nuevo que hacer.
No quiero que se canse y me sustituya por otro más joven y de su raza, pues para mi él es todo. Quiero estar a su lado cuando se convierta en Emir, y auqnue se case con una esposa que le dé descendencia, confío en que dormirá conmigo. Que durante su reinado yo seré el mejor embajador y hombre de confianza que puede tener al lado.




       Por ahora, mientras él es príncipe y yo su fiel vasallo de alcoba, ha sido el mejor año de mi vida.

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